Recientemente se ha celebrado en Barcelona el posgrado Introducción a la fisiología del trauma y a la experiencia somática para Osteópatas. En este curso, el Osteópata Bevis Nathan DO ha explicado las bases de la experiencia somática a partir de los postulados formulados por su creador Peter Levine. El curso ahonda en los mecanismos fisiológicos que entran en acción cuando una experiencia traumática es vivida, con especial atención a la desregulacion del sistema nervioso autónomo. En estas situaciones, nuestros mecanismos más primitivos de reacción marcan nuestro comportamiento pasando de una hiperestimulación simpática (fight or flight response) a un “apagado” general propiciado por una descarga parasimpática masiva (estado de congelación). Bevis Nathan empezó su disertación haciendo reflexionar a los presentes sobre porqué en el mundo animal no existe el Sd post-traumático.
Cuando una experiencia traumática sucede, el organismo es capaz de generar una cantidad enorme de energía, movilizando todos nuestros recursos metabólicos para combatir o huir de la amenaza. Pasada dicha amenaza, todos estos recursos deben ser regulados volviendo a un estado homeostático que permite a los animales seguir con su vida con total normalidad. En los seres humanos, esta vuelta a la homesotásis autonómica es impedida en muchas ocasiones por motivos sociales y por la “corticalidad” de nuestro modo de actuar. En este caso, estar civilizados juega en nuestra contra. El sistema nervioso y en especial su división autonómica queda francamente desregulada causando en el paciente todo tipo de signos y síntomas tanto físicos como psicológicos.

Los terapeutas que trabajan con la experiencia somática persiguen liberar toda la energía que no ha sido descargada mediante la regulación del sistema nervioso autónomo. Los Osteópatas, a través del tacto y de la palpación tienen una herramienta poderosa para trabajar en este campo.

En el curso se introdujeron varias teorías de varios autores. En esta entrada quiero hacer mención a la llamada Teoría Polivagal formulada por Stephen W. Porges en el año 2001 debido a la nueva visión que aporta sobre el sistema parasimpático y en concreto sobre el nervio neumogástrico (X).

La teoría polivagal explica la evolución filogenética del sistema nervioso autónomo. Diferencia la presencia de un nervio Vago no mielinizado (primitivo) que inerva las estructuras que están por debajo del diafragma (con funciones claramente digestivas) y un Vago mielinizado que inerva estructuras por encima del diafragma (corazón y pulmones) que tiene una función esencial en nuestro modo de relacionar-nos con los demás. Este último está solo presente en los mamíferos, sólo en esas especies que precisan de relación con su entorno para la supervivencia. Estas dos porciones del nervio vago tienen orígenes distintos dentro de los núcleos del tronco encefálico. En su orígen, El vago mielinizado proviene de la porción visceromotora del núcleo ambiguo donde contacta con los nucleos del nervio V (trigémino),VII (facial) ,IX (glosofaríngeo) i XI (espinal). Estos nervios controlan nuestra expresión facial, nuestro lenguaje y nuestra apariencia social. Por ejemplo, el ms Estapedio, inervado por el V y el tensor del tímpano inervado por el VII, al ser contraídos nos permiten oír sonidos con frecuencias más bajas, es decir, escuchar, prestar atención. Según la Teoría Polivagal el vago mielinizado ayuda a nuestras relaciones de dos formas. Primero frenando al sistema nervioso simpático calmando el ritmo cardíaco ya que es un activo inhibidor de la actividad simpática cardíaca (conexiones directas con el nódulo sinoatrial) y segundo coordinando nuestro sistema físico de relación social

“The mammalian vagus is neuroanatomically linked to the cranial nerves that regulate social engagement via facial expression and vocalization” Stephen W. Porges

Más allá de la fisiología y de la evolución filogenética, la teoría polivagal me ha hecho reflexionar acerca de como nuestra manera de relacionarnos está íntimamente ligada a nuestro equilibrio autonómico. Considero que los osteópatas tenemos un potencial enorme al poder influir con nuestra terapéutica, las funciones vegetativas que controlan la homesotásis del paciente. En un momento en que el stress es dueño y señor de todos nosotros, y en especial de nuestros pacientes, el abordaje osteopático al sistema nervioso autónomo tiene que fundamentar la base de nuestros tratamientos.

Aquí os dejo el artículo original donde, si queréis profundizar, encontraréis muchísima información

Espero que lo disfrutéis