De entrada pido disculpas por la extensión del post pero como lo prometido es deuda, la primera entrada del año la dedicaremos a saldar cuentas. Al final de Cuando la curva cambia: Charnelas Vol I, prometí escribir una segunda entrada sobre la charnela cervicodorsal (C/D). Es una área del raquis que me interesa especialmente así que podríamos hablar largo y tendido de ella. No obstante intentaré ser “breve” y hablar de lo que para mí es más relevante sobre esta charnela. Igual que en la charnela T/L hay que destacar 2 aspectos de la zona cervicodorsal. Por un lado sus implicaciones mecánicas y por otro sus implicaciones neurológicas, especialmente autonómicas.

Desde un punto de vista mecánico la C/D tiene el reto inherente a cualquier charnela que no es otro que adaptar su anatomía facetaria al cambio de curva permitiendo el paso gradual de lordosis a cifosis en dos o tres segmentos vertebrales. De entrada, este reto supone para la unión C7-T1 el máximo decalaje en la plomada entre los cuerpos vertebrales y la línea de gravedad. No es estraño pues que la última cervical precise una apófisis espinosa considerablemente más larga (vertebra prominens) que las demás cervicales para compensar esta situación y para permitir a las inserciones del paquete musculoaponeurótico (entrecruzado y extremadamente potente en esta zona) estabilizar la fuerza de cizallamiento resultante. Dicha fuerza de cizallamiento se ve incrementada por un segundo reto biomecánico aún mayor. A diferencia de la T/L, la C/D une dos curvaturas con mecánicas cinéticas totalmente opuestas. Pasamos de una lordosis cervical extremadamente móvil a una cifosis dorsal con poco rango de movilidad diseñada para la estabilidad y la protección a través del sistema esterno-costo-clavicular. Dicho de otra manera, el segmento craneocervical presenta una movilidad desestabilizadora para la C/D, fijada a la rigidez torácica. El cizallamiento propio de esta charnela es resultado del empuje de T1 hacia atrás (gracias a la 1a costilla) en contra de la tracción de C7 hacia adelante. ES UNA ZONA DE FRENO DE LA CINÉTICA CERVICAL.
Esa necesidad de freno agota con facilidad los recursos musculares convirtiendo esta zona en terreno abonado a la fibrosis y a la hipertonía. Especialmente en aquellas personas con cuellos largos (brazo de palanca), aquellos pacientes con morfotipos más estáticos y por tanto con menos recursos disipadores de carga o aquellos con tendencia a la antepulsión cefálica por la razón que sea. Pero aquí no acaba todo, por si fuera poco, la C/D recibe la carga proveniente de la cintura escapular y las influencias del trabajo de las EESS sumándole, al vector de cizallamiento, un movimiento nada fisiológico para esta charnela, es decir, la rotación. Fisiológicamente se le atribuye a la C/D unos 5º de rotación acoplados a otros 5º de lateroflexión o sidebending. En pacientes que o bien duermen en decúbito prono o que utilizan de forma mucho más predominante una de las extremidades superiores, el componente de rotación se suele percibir en la charnela C/D favoreciendo la disfunción a este nivel.

En segundo lugar quiero hablar del componente autonómico, imprescindible siempre en nuestro abordaje osteopático. En la zona C/D encontramos el origen preganglionar de las  fibras que formaran la cadena simpática cervical y las fibras torácicas superiores encargadas principalmente de la inervación simpática al corazón. Igual que en el componente mecánico, EESS y C/D están otra vez en relación al ser las fibras postganglionares básicamente del ganglio de T2 (y en menor grado T3) las que inervan la vasculatura, las glándulas sudoríparas y los pieloerectores de la extremidad superior (ramos comunicantes grises de C7,C8 y T1 principalmente). Hay que hacer una mención especial al Ganglio estrellado por su situación anatómica totalmente adyacente a la unión C7/T1 y a la cabeza de la primera costilla. De este ganglio, formado por la unión del ganglio cervical inferior y el primer ganglio torácico (en un 84% de los casos) salen aproximadamente 17 ramas postganglionares con destinos bien distintos: arteria vertebral, tiroides, nervio frénico, corazón, nervio laríngeo recurrente, esófago, pulmón, 8º nervio cervical y 1r nervio torácico. Se puede considerar un pequeño centro de sinapsis simpáticas y por lo tanto debe estar en nuestra mente en el abordaje de las disfunciones somáticas de la charnela C/D (siempre con un altísimo grado de facilitación segmentaria e implicación neurovegetativa)

Alguien dijo que la estructura gobierna la función y, por muy criticada que actualmente sea esta idea, en el abordaje clínico de las charnelas y en especial en la C/D, no hay mejor precepto a tener en nuestra mente. Si la integridad de las charnelas contribuye a mejorar la disipación de la carga a lo largo de todo el raquis, si esta es su función, su estructura y su movilidad debe ser preservada a toda costa. La famosa “giba de bisonte”, o el “cuello de buitre” nos muestra una C/D sin recursos, totalmente vencida por la gravedad y la palanca del complejo craneocervical. Con el tiempo, eso implica aumento en el tono simpático a todas las estructuras que he mencionado antes, posibles irradiaciones en 4º, 5º dedo, fibrosis crónica en el tejido blando y una pérdida de eficiencia mecánica global del raquis. Su tratamiento será distinto en cada paciente, dependerá de los mil factores que condicionan una o otra elección terapéutica pero entender su biomecánica, su función y sus debilidades, nos ayudará a canalizar mejor nuestro tratamiento osteopático.

Cuáles son vuestras experiencias con la C/D?

Espero que os sirva esta entrada